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BERLINALE 2025 Panorama

Mehmet Akif Büyükatalay • Director de Hysteria

"Quería describir mi mundo tal y como lo conozco, y esta película es su prolongación"

por 

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Mehmet Akif Büyükatalay  • Director de Hysteria
(© German Films/Sebastian Gabsch)

ACTUALIZACIÓN (17 de febrero de 2025): Hysteria se ha estrenado en la sección Panorama de la 75.ª Berlinale. Esta entrevista se publicó originalmente como parte de la campaña previa Face to Face de German Films.

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Tras su primer largometraje dramático, Oray [+lee también:
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, que centra su trama en el mundo de los inmigrantes en Alemania. Tanto él como su equipo esperan que la película se estrene en un festival de verano. Büyükatalay, director y productor alemán de ascendencia turca, participó en la campaña Face to Face de German Films, que se presentó en la 74.ª Berlinale. Tuvimos la oportunidad de conversar con él sobre su inspiración para la historia, reparto y visión artística.

Cineuropa: ¿Hubo algo específico que te impulsara a contar esta historia?
Mehmet Akif Büyükatalay:
Nada en concreto. Es simplemente una consecuencia lógica en la evolución de mi trabajo con imágenes. Esa es precisamente mi preocupación: las imágenes musulmanas y cómo, en su mayoría, no son creadas por personas de su propia comunidad. Por eso Oray fue mi primer intento de crear la imagen del musulmán desde mi propia perspectiva. Quería representar mi mundo tal y como lo conozco, y Hysteria es una continuación de este retrato. ¿Qué significa crear imágenes? ¿Cuáles son las responsabilidades y dificultades implicadas, especialmente cuando uno es consciente de las estructuras de poder desiguales? ¿Qué posibilidades tienen aquellos que se han convertido en esas imágenes de enfrentarse a ellas?

El título de la película es una observación sobre cómo articulamos estos debates.
Exacto. La película también funciona como metáfora de un Corán quemado. Es un símbolo del que cada persona tiene una lectura diferente. No estamos en una posición en la que podamos debatir sobre un tema de forma puramente racional, sin emociones o sin alejarnos de la realidad. Esta imposibilidad lleva a la histeria. Hysteria representa ese momento en que todos creen tener razón. Esto se ve una y otra vez en conflictos actuales, como la guerra de Gaza. Soy especialmente sensible a la cuestión de la quema del Corán. Participé en las manifestaciones contra las caricaturas de Mohammed en Dinamarca en su momento. Para mí, aquello no fue un insulto al profeta; fue una expresión de la perspectiva colonialista externa que impone su criterio moral sobre lo que es o no correcto. La película aborda este aspecto, usando el ejemplo del Corán quemado.

¿Tenías en mente un final abierto desde el principio?
Sí, me pregunté cómo podría concluir la historia y si debería tomar una postura clara. Las reacciones durante las proyecciones de prueba fueron diversas, lo que me llevó a la conclusión de que, al final, no importa quién hizo qué exactamente. Todos comparten la misma responsabilidad y están involucrados al mismo nivel. Esa es mi opinión sobre el debate emocional que se desarrolla en el espacio público, independientemente del tema.

El fuego es un símbolo poderoso, aunque también ambiguo.
Aunque es un elemento destructor, también tiene un efecto liberador. Tras el fuego, puede haber un nuevo comienzo, con una función purificadora. Sin embargo, también conlleva mucho dolor. Yo veo ambas caras. Me fascina la idea del poder purificador del fuego, aunque no es completamente cierto. El fuego destruye aquello que parece incapaz de cambiar y resolver. Si nosotros, como sociedad, no conseguimos hablar con sensatez sobre ciertos temas, descendemos a la histeria, a una ira de destrucción.

A pesar de la seriedad del tema central, evitas el melodrama y el patetismo.
Eso era fundamental para mí. También decidí quitar la música de la escena final para que fuera más neutral. Para mí, la película tiene un desenlace optimista. Aún queda esperanza. Hay una explosión, pero eso es normal. Siempre hay explosiones en el mundo, pero debemos aprender de ellas. Puede que al espectador le aterren los sucesos; tal vez lo interprete como una simple pesadilla. Sin embargo, lo más importante es que quiera actuar de una forma diferente a como lo hacen los personajes.

¿Cómo reuniste a tu reparto?
La mayor dificultad fue encontrar a la protagonista. Me pregunté si debía elegir a una persona blanca y, por tanto, alejarme de mi propio mundo musulmán. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no funcionaría: tenía que ser un personaje parecido a mí. Elif, interpretada por Devrim Lingnau, es una migrante invisible, ya que tiene ascendencia turca, pero no destaca demasiado por ello. Desde el principio, Devrim superó mis expectativas. En el caso de los otros papeles, estaba claro quiénes los interpretarían y que los mismos actores tenían un pasado como migrante. No existe nada peor que hacer a un actor hablar un alemán incorrecto de forma deliberada.

¿Cuáles eran los aspectos más importantes del planteamiento estético?
Intenté utilizar elementos del cine de suspense. Esto afecta a la estructura de la película, que está organizada como la de un thriller criminal: hay desapariciones, sospechas e hipótesis. Uno se pregunta quién tiene o no la razón. El montaje frenético busca remitir a este género.

En colaboración con

(Traducción del inglés por Paula Esteban)

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