Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with samguz82
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de samguz82:
6
Voto de samguz82:
6
6,4
6.946
15 de marzo de 2025
15 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jesse Eisenberg, ese actor que siempre nos sorprende con su verborrea ágil y su magnetismo en pantalla, se mete de nuevo en la piel de director para su segundo largometraje, 'A Real Pain'. En esta cinta, que también escribe y protagoniza, nos lleva a Polonia junto a dos primos judíos estadounidenses: David (el propio Eisenberg) y Benji (Kieran Culkin). Lo que empieza como un viaje para honrar a su abuela, víctima del Holocausto, pronto se convierte en un retrato íntimo, incómodo y hasta divertido de la relación entre dos personalidades opuestas.
Eisenberg demuestra que tiene madera de director. Maneja los tiempos con soltura, equilibrando humor y drama sin forzar las situaciones. Su estilo, alejado de pirotecnias visuales, se centra en lo que importa: los gestos mínimos, las conversaciones que esconden emociones a punto de estallar. No es difícil encontrar guiños al estilo de Woody Allen en los diálogos neuróticos y rápidos, pero aquí hay algo más: una voz propia que mezcla ironía con ternura.
El guion, también obra de Eisenberg, brilla por sus diálogos. Las charlas entre David y Benji (y el pintoresco grupo de turistas que los acompaña) son ventanas abiertas a temas como el duelo, la identidad y cómo el pasado nos persigue. Aunque a veces la trama parece bailar entre la comedia ligera y el drama profundo sin decidirse, esa ambigüedad le da un aire realista. Eso sí, algunos temas quedan en el aire, como si el director prefiriera sugerir en lugar de profundizar.
Las actuaciones son el alma de la película. Eisenberg encarna a David con esa mezcla de ansiedad y autocontrol que ya le conocemos, pero es Kieran Culkin quien se lleva el gato al agua con una interpretación que te atrapa desde el primer momento. Su Benji es un caos encantador: payaso en la superficie, herido en el fondo. La química entre ambos es palpable, creando una dinámica tan creíble que a veces olvidas que estás viendo una ficción. Sus roces, bromas y silencios incómodos son el motor que mantiene la historia en marcha.
En cuanto a la fotografía, aunque no busca llamar la atención con efectos visuales, cumple a la perfección con lo que la historia necesita. Los tonos grisáceos y los planos cerrados reflejan la melancolía del viaje, mientras que los escenarios reales en Polonia desde las calles de Varsovia hasta los campos de concentración añaden un peso histórico que se siente en cada fotograma. La banda sonora, con Chopin de fondo, es un acierto... aunque a veces se pasa de intensa, como si quisiera recordarnos constantemente que esto es serio.
El tratamiento del Holocausto es quizá el punto más delicado. La película pone el dedo en la llaga al cuestionar cómo el turismo convierte el dolor en un producto consumible. Esa crítica, sin embargo, a veces se diluye entre los conflictos personales de los protagonistas. Para algunos, esto resta fuerza al mensaje; para otros, humaniza la tragedia, mostrando cómo el trauma histórico se cuela en lo cotidiano, incluso en viajes bienintencionados.
'A Real Pain' no es una obra maestra, pero tampoco lo pretende. Es una película pequeña, honesta, que te deja pensando en las cicatrices familiares y en cómo cargamos con el pasado. Si bien algunos temas se quedan en la superficie, se sostiene por sus actuaciones brillantes, diálogos afilados y una dirección que apuesta por la sutileza. Ideal para quienes prefieren personajes complejos antes que efectos especiales. No te cambiará la vida, pero te sacará una sonrisa triste y, quizás, te haga ver esos viajes "conmemorativos" con otros ojos.
Eisenberg demuestra que tiene madera de director. Maneja los tiempos con soltura, equilibrando humor y drama sin forzar las situaciones. Su estilo, alejado de pirotecnias visuales, se centra en lo que importa: los gestos mínimos, las conversaciones que esconden emociones a punto de estallar. No es difícil encontrar guiños al estilo de Woody Allen en los diálogos neuróticos y rápidos, pero aquí hay algo más: una voz propia que mezcla ironía con ternura.
El guion, también obra de Eisenberg, brilla por sus diálogos. Las charlas entre David y Benji (y el pintoresco grupo de turistas que los acompaña) son ventanas abiertas a temas como el duelo, la identidad y cómo el pasado nos persigue. Aunque a veces la trama parece bailar entre la comedia ligera y el drama profundo sin decidirse, esa ambigüedad le da un aire realista. Eso sí, algunos temas quedan en el aire, como si el director prefiriera sugerir en lugar de profundizar.
Las actuaciones son el alma de la película. Eisenberg encarna a David con esa mezcla de ansiedad y autocontrol que ya le conocemos, pero es Kieran Culkin quien se lleva el gato al agua con una interpretación que te atrapa desde el primer momento. Su Benji es un caos encantador: payaso en la superficie, herido en el fondo. La química entre ambos es palpable, creando una dinámica tan creíble que a veces olvidas que estás viendo una ficción. Sus roces, bromas y silencios incómodos son el motor que mantiene la historia en marcha.
En cuanto a la fotografía, aunque no busca llamar la atención con efectos visuales, cumple a la perfección con lo que la historia necesita. Los tonos grisáceos y los planos cerrados reflejan la melancolía del viaje, mientras que los escenarios reales en Polonia desde las calles de Varsovia hasta los campos de concentración añaden un peso histórico que se siente en cada fotograma. La banda sonora, con Chopin de fondo, es un acierto... aunque a veces se pasa de intensa, como si quisiera recordarnos constantemente que esto es serio.
El tratamiento del Holocausto es quizá el punto más delicado. La película pone el dedo en la llaga al cuestionar cómo el turismo convierte el dolor en un producto consumible. Esa crítica, sin embargo, a veces se diluye entre los conflictos personales de los protagonistas. Para algunos, esto resta fuerza al mensaje; para otros, humaniza la tragedia, mostrando cómo el trauma histórico se cuela en lo cotidiano, incluso en viajes bienintencionados.
'A Real Pain' no es una obra maestra, pero tampoco lo pretende. Es una película pequeña, honesta, que te deja pensando en las cicatrices familiares y en cómo cargamos con el pasado. Si bien algunos temas se quedan en la superficie, se sostiene por sus actuaciones brillantes, diálogos afilados y una dirección que apuesta por la sutileza. Ideal para quienes prefieren personajes complejos antes que efectos especiales. No te cambiará la vida, pero te sacará una sonrisa triste y, quizás, te haga ver esos viajes "conmemorativos" con otros ojos.