Robert Crumb es sutil y polémico a su pesar, un personaje interesante, un verdadero artista. La película de Bakshi parasita al personaje y no refleja su esencia y eso es lamentable y polémico. Donde Robert Crumb es contestario, subversivo, inteligente, Bakshi es grosero, explícito y burdo. Pero, ojo, que la película tiene su gracia. El argumento es difícil de seguir, no por complejo, sino porque cada episodio aparece como deshilachado del todo, no se entiende hacia dónde apunta, más bien son una sucesión de escenas con poca y ninguna conexión entre sí, protagonizadas por el mismo personaje, Fritz. Es una guarrada, humor soez que,en varios momentos, resulta de mal gusto. Pero, así y todo, la película tiene algo, una mística, algo estrictamente ligado a los 60, al movimiento beatnik, a los poetas, al submundo o al bajo mundo, los negros, los clubes de jazz, la delincuencia, las drogas, la confusión de lo movimientos contraculturales, la juventud, las drogas, hay algo que está muy bien retratado y capturado, casi a su pesar. La película se deja ver, fluye, incluso arranca varias sonrisas. Es una película muy anclada a su época, pero que conste que es una época muy interesante, llena de promesas y posibilidades. Por ende, aunque sea en tono paródico y de burla, hay algo que se mantiene, que se traspasa, de la pantalla al espectador, algo interesante, que invita a soñar. Es una película ideal para ver después de leer unos poemas de Allen Ginsberg y fumar algo picante.