El viejo roble
6,7
3.280
19 de noviembre de 2023
19 de noviembre de 2023
40 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Yara y su familia, refugiados sirios que escaparon de su asolado país dejando allí a su padre preso, llegan a un destartalado pueblo del norte de Inglaterra, donde antes siquiera de bajarse del autobús ya reciben las primeras muestras de desprecio racista. El barman del único pub que queda abierto en el antiguo villorrio minero tendrá que debatirse entre ser leal a su clientela, o mostrarse acogedor con esos recién llegados…
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Qué menos que brindarle a una leyenda como Ken Loach el personal y modesto homenaje de asistir a su película de despedida en el fin de semana del estreno. Nobleza obligaba…
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Precursor del cine social, al que soy fiel mitad por gusto, mitad por militancia; autor de una prolífica carrera, sólida y reconocida pese a estar siempre cortada por el mismo patrón; contestatario y rebelde, aunque quizá aquí nos cueste comprender hasta qué punto, tan lejos de su Reino Unido torie y tatcherista; una leyenda viva, en fin, que con 87 años cumplidos nos brinda su despedida como cineasta, entregándonos una nueva dosis de su mismo estilo de siempre. No habría podido dormir si no hubiera estado en el cine diciéndole adiós, y no pude por menos que inclinar mi cerviz en su honor cuando terminaron de desfilar los títulos de crédito, y abandoné la sala.
He de aclarar, en todo caso, que no acudía con las expectativas en todo lo alto. ‘El viejo roble’ es el octavo largometraje de Ken Loach que consumo, y aunque todos ellos encajan perfectamente en esa casilla de cine social y comprometido, y mi valoración general de sus películas es positiva, tuve una misma impresión en mis dos últimas experiencias, ‘Yo, Daniel Blake’ y ‘Sorry, we missed you’, que rebajaba mi emoción: el octogenario director había perdido pulso en algo que resulta capital en mi gusto cinéfilo, la dirección de actores. Esas dos cintas contaban tramas que me interpelaban, y contenían las prototípicas esencias de Paul Laverty, quizá no sorprendentes, pero sí capaces de encender mi espíritu rojizo. Pero en ambas me causó gélida frialdad la plasmación actoral, consideré que el elenco quedaba muy por debajo de la fuerza procedente del texto. Además, me comí el trailer de ‘El viejo roble’ en versión doblada durante una de mis recientes visitas al cine, y antes habría dejado que me arrancaran las uñas de los pies que ver esta película con ese doblaje impostado y corta-rollos hasta el extremo. Así las cosas, casi puedo decir que acudía a ver la película más por respeto que por ambición de disfrute. La cinefilia y la ideología, a veces, conllevan peajes…
Pero hete aquí que, desde mi punto de vista, Ken Loach recupera su mejor pulso direccional en éste, su último baile. Al contrario que en las citadas películas recientes, si algún reproche he de hacer en esta valoración se lo arrojo más a Laverty que a Loach. Se ven venir a la legua algunas cosas que van a suceder (el destino de la perrita, la aparición de Charlie en el funeral vecinal), y ciertas líneas de diálogo me parecen metidas con calzador, más discursivas y casi testimoniales que puramente cinematográficas (la conversación de las señoras en la peluquería, la perorata de Yara en la catedral…). En contrapartida, lo que en sus últimas obras me habían parecido interpretaciones melifluas, carentes de vigor, se rebelan aquí en sino contrario, convincentes y transmisoras, pese a no ser en ningún caso excesivas ni declamatorias. Quizá me chirrían ciertos excesos de malos-malosos de los parroquianos más retrógrados, pero por lo general creo que el componente interpretativo de la película raya a muy buen nivel.
En lo narrativo, ‘El viejo roble’ se sigue con la misma facilidad que todas las obras de Loach, las cuitas que se nos presentan difícilmente pueden resbalarnos, nos sacuden por fuerza. He ahí una de las claves del cine social, a no ser que tu alma sea un pozo insensible. El protagonismo de la trama, en este caso, recae a partes iguales entre TJ y Yara, aunque él acapare más metraje que ella. En cierto modo, resulta lógico que sean necesarios más esfuerzos para hacernos empatizar con él, cuyas desgracias son un divorcio, un hijo silente o un negocio venido a menos, que con ella, que ha visto su país convertido en un infierno, ha escapado con lo puesto, dejando a su padre atrás, y topa con bienvenidas poco amistosas allá por donde viaja (creo que su aspiración de conocer -y fotografiar- mundo aludía a coyunturas bien diferentes).
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/11/19/critica-de-cine-el-viejo-roble/
Yara y su familia, refugiados sirios que escaparon de su asolado país dejando allí a su padre preso, llegan a un destartalado pueblo del norte de Inglaterra, donde antes siquiera de bajarse del autobús ya reciben las primeras muestras de desprecio racista. El barman del único pub que queda abierto en el antiguo villorrio minero tendrá que debatirse entre ser leal a su clientela, o mostrarse acogedor con esos recién llegados…
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Qué menos que brindarle a una leyenda como Ken Loach el personal y modesto homenaje de asistir a su película de despedida en el fin de semana del estreno. Nobleza obligaba…
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Precursor del cine social, al que soy fiel mitad por gusto, mitad por militancia; autor de una prolífica carrera, sólida y reconocida pese a estar siempre cortada por el mismo patrón; contestatario y rebelde, aunque quizá aquí nos cueste comprender hasta qué punto, tan lejos de su Reino Unido torie y tatcherista; una leyenda viva, en fin, que con 87 años cumplidos nos brinda su despedida como cineasta, entregándonos una nueva dosis de su mismo estilo de siempre. No habría podido dormir si no hubiera estado en el cine diciéndole adiós, y no pude por menos que inclinar mi cerviz en su honor cuando terminaron de desfilar los títulos de crédito, y abandoné la sala.
He de aclarar, en todo caso, que no acudía con las expectativas en todo lo alto. ‘El viejo roble’ es el octavo largometraje de Ken Loach que consumo, y aunque todos ellos encajan perfectamente en esa casilla de cine social y comprometido, y mi valoración general de sus películas es positiva, tuve una misma impresión en mis dos últimas experiencias, ‘Yo, Daniel Blake’ y ‘Sorry, we missed you’, que rebajaba mi emoción: el octogenario director había perdido pulso en algo que resulta capital en mi gusto cinéfilo, la dirección de actores. Esas dos cintas contaban tramas que me interpelaban, y contenían las prototípicas esencias de Paul Laverty, quizá no sorprendentes, pero sí capaces de encender mi espíritu rojizo. Pero en ambas me causó gélida frialdad la plasmación actoral, consideré que el elenco quedaba muy por debajo de la fuerza procedente del texto. Además, me comí el trailer de ‘El viejo roble’ en versión doblada durante una de mis recientes visitas al cine, y antes habría dejado que me arrancaran las uñas de los pies que ver esta película con ese doblaje impostado y corta-rollos hasta el extremo. Así las cosas, casi puedo decir que acudía a ver la película más por respeto que por ambición de disfrute. La cinefilia y la ideología, a veces, conllevan peajes…
Pero hete aquí que, desde mi punto de vista, Ken Loach recupera su mejor pulso direccional en éste, su último baile. Al contrario que en las citadas películas recientes, si algún reproche he de hacer en esta valoración se lo arrojo más a Laverty que a Loach. Se ven venir a la legua algunas cosas que van a suceder (el destino de la perrita, la aparición de Charlie en el funeral vecinal), y ciertas líneas de diálogo me parecen metidas con calzador, más discursivas y casi testimoniales que puramente cinematográficas (la conversación de las señoras en la peluquería, la perorata de Yara en la catedral…). En contrapartida, lo que en sus últimas obras me habían parecido interpretaciones melifluas, carentes de vigor, se rebelan aquí en sino contrario, convincentes y transmisoras, pese a no ser en ningún caso excesivas ni declamatorias. Quizá me chirrían ciertos excesos de malos-malosos de los parroquianos más retrógrados, pero por lo general creo que el componente interpretativo de la película raya a muy buen nivel.
En lo narrativo, ‘El viejo roble’ se sigue con la misma facilidad que todas las obras de Loach, las cuitas que se nos presentan difícilmente pueden resbalarnos, nos sacuden por fuerza. He ahí una de las claves del cine social, a no ser que tu alma sea un pozo insensible. El protagonismo de la trama, en este caso, recae a partes iguales entre TJ y Yara, aunque él acapare más metraje que ella. En cierto modo, resulta lógico que sean necesarios más esfuerzos para hacernos empatizar con él, cuyas desgracias son un divorcio, un hijo silente o un negocio venido a menos, que con ella, que ha visto su país convertido en un infierno, ha escapado con lo puesto, dejando a su padre atrás, y topa con bienvenidas poco amistosas allá por donde viaja (creo que su aspiración de conocer -y fotografiar- mundo aludía a coyunturas bien diferentes).
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En una de las escenas iniciales, escuchamos a la clientela de ‘The Old Oak’ lamentarse por cómo su pueblo se va deteriorando, por cómo la gentrificación incide incluso sobre esos suburbios merced a la acción de fondos buitre (chipriotas, en este caso), por cómo se deshumanizan sociedades que de toda la vida eran más hermandades que vecindades. Incluso desde mi rol de flagrante urbanita compro sin dificultad esas tesis, y no me cuesta nada comprender esas frustraciones. Queda claro así, ya en el planteamiento inicial de la película, que Loach y Laverty no van a darse al reduccionismo, al «los de abajo contra los de arriba». Antes al contrario, ponen el acento en una realidad palmaria: importantes sectores de la clase obrera tradicional están apoyando a la ultraderecha, y lo están haciendo con la virulencia con que los sectores populares suelen hacer las cosas. Es imposible, de otro modo, comprender el fenómeno del crecimiento universal, en todos los lares, de esos partidos trasnochados, atronadoramente desfasados, anacrónicos… pero pujantes, incluso en alza. Escribo estas líneas, quién sabe, quizá pocas horas antes de que un tarado como Milei se convierta en presidente de la Argentina… Se pueden comprar o no los argumentos que, entre pinta y pinta, descargan los personajes secundarios de ‘El viejo roble’. Por supuesto, se pueden entender ciertas causas de fondo en sus sentimientos y al mismo tiempo discrepar de sus conclusiones. Pero hay un mar de fondo que está detrás de tanto sobresalto electoral, y ese primer tramo de la película nos lo recuerda con bastante tino. En todo caso, el dúo autor de la película sabe perfectamente para qué portería chuta, y se reserva la última palabra, expresada por boca del protagonista, cuando enfrenta a Charlie a la puerta de su casa para hacerle saber «que lo sé». Le dice una verdad como un templo cuando le reprocha que es mucho más fácil culpar de los males a los de abajo que a los de arriba; cuánto más fácil es pisotear a unos que combatir a los otros. No detecto simplismo en el argumento, sino mucha verdad.
Entre medias de esos dos momentos políticos, el planteamiento abierto de mente y la clausura demoledora, la película tiene un poco de todo, tanto pasajes de gran potencia dramática como ciertas incursiones de índole naif. Queda lejos la hiel que Loach esparcía en ‘El viento que agita la cebada’ o ‘Tierra y libertad’, esta última muesca en su cine está más alineada con sus trabajos recientes, en los que ha perdido filo, y ha rebajado aristas.
Pero, contra todo pronóstico, he de admitir que sentí un inesperado nudo en el estómago exactamente en el momento en que el guionista lo pretendía. No suelo darme a la llorera, y tampoco esta vez humedecí mis mejillas, pero la procesión de vecinos del pueblo hacia la casa de los refugiados, en la penúltima secuencia de la película, removió mis entrañas. Cierta energía le queda a este venerable cineasta casi nonagenario… Deseé que el fundido a negro posterior supusiera un buen broche a su trayectoria, y temí que extender el metraje pudiera llevarle a empeorar el sabor de boca final. Pero, otra vez, infravaloraba al maestro: el soleado cierre con TJ portando el emotivo estandarte me parece una estupenda rúbrica.
Bye, Ken. Thanks a lot!!!
Entre medias de esos dos momentos políticos, el planteamiento abierto de mente y la clausura demoledora, la película tiene un poco de todo, tanto pasajes de gran potencia dramática como ciertas incursiones de índole naif. Queda lejos la hiel que Loach esparcía en ‘El viento que agita la cebada’ o ‘Tierra y libertad’, esta última muesca en su cine está más alineada con sus trabajos recientes, en los que ha perdido filo, y ha rebajado aristas.
Pero, contra todo pronóstico, he de admitir que sentí un inesperado nudo en el estómago exactamente en el momento en que el guionista lo pretendía. No suelo darme a la llorera, y tampoco esta vez humedecí mis mejillas, pero la procesión de vecinos del pueblo hacia la casa de los refugiados, en la penúltima secuencia de la película, removió mis entrañas. Cierta energía le queda a este venerable cineasta casi nonagenario… Deseé que el fundido a negro posterior supusiera un buen broche a su trayectoria, y temí que extender el metraje pudiera llevarle a empeorar el sabor de boca final. Pero, otra vez, infravaloraba al maestro: el soleado cierre con TJ portando el emotivo estandarte me parece una estupenda rúbrica.
Bye, Ken. Thanks a lot!!!
7 de noviembre de 2023
7 de noviembre de 2023
35 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viejo roble viene del nombre de un pub ficticio, ubicado en un pueblo minero olvidado del condado de Durham, sirve como punto de encuentro para tomar unas pintas y charlar de los problemas financieros por los que está pasando el pueblo. La tensión racial subirá el termómetro cuando aparecen unas familias sirias escapando de la guerra.
Tommy Joe Ballantyne ha intentado suicidarse tras la muerte de su esposa, la aparición de un perro vagabundo le ha salvado la vida. Dirige un Pub que se cae a cachos. Vive encima del local, pasear al perro y atender a los pocos clientes es su día a día. Toda cambiará al conocer a una familia Siria que acaban de alojar en un piso vacío, la solidaridad de los lugareños empobrecidos chocara con los que piensan que ellos son los culpables de sus problemas. Ballantyne se vuelca en ayudar ofreciendo su bar para dar comidas solidarias...
Podría decirse que este pub es un fiel reflejo metafórico de la pobreza que asola a estos barrios que en su día fueron prósperos y que ahora han caído en desgracia. Muy buen papel de Dave Turner como TJ una persona admirable que te llega al corazón.
Ken Loach junto a su escritor favorito Paul Laverty componen una historia similar a la estupenda "Yo Daniel Blake" donde un viudo ayudaba a una madre con un niño en situación precaria. Aquí ocurre lo mismo, el viejo Tom se encariña como si fuera su hija de una fotógrafa siria, que después de tener un incidente con un descerebrado comienza a ayudarla a ella y a su familia desinteresadamente.
El mensaje de la película es claro, fomentar la empatía con el que lo ha perdido todo, la bondad incondicional, la idea de compartir solidariamente lo poco que se tiene en comunidad de esta gente corriente que también lo está pasando mal y así dar un poco de esperanza para volver a salir adelante otra vez.
Puede ser que el film tenga un exceso de sentimentalismo, yo particularmente solté alguna lágrima, siendo la primera vez que lo hago en una película de Loach, aunque siempre se caracterice por tratar problemas que afectan a la sociedad con bastante realismo.
Destino Arrakis.com
Tommy Joe Ballantyne ha intentado suicidarse tras la muerte de su esposa, la aparición de un perro vagabundo le ha salvado la vida. Dirige un Pub que se cae a cachos. Vive encima del local, pasear al perro y atender a los pocos clientes es su día a día. Toda cambiará al conocer a una familia Siria que acaban de alojar en un piso vacío, la solidaridad de los lugareños empobrecidos chocara con los que piensan que ellos son los culpables de sus problemas. Ballantyne se vuelca en ayudar ofreciendo su bar para dar comidas solidarias...
Podría decirse que este pub es un fiel reflejo metafórico de la pobreza que asola a estos barrios que en su día fueron prósperos y que ahora han caído en desgracia. Muy buen papel de Dave Turner como TJ una persona admirable que te llega al corazón.
Ken Loach junto a su escritor favorito Paul Laverty componen una historia similar a la estupenda "Yo Daniel Blake" donde un viudo ayudaba a una madre con un niño en situación precaria. Aquí ocurre lo mismo, el viejo Tom se encariña como si fuera su hija de una fotógrafa siria, que después de tener un incidente con un descerebrado comienza a ayudarla a ella y a su familia desinteresadamente.
El mensaje de la película es claro, fomentar la empatía con el que lo ha perdido todo, la bondad incondicional, la idea de compartir solidariamente lo poco que se tiene en comunidad de esta gente corriente que también lo está pasando mal y así dar un poco de esperanza para volver a salir adelante otra vez.
Puede ser que el film tenga un exceso de sentimentalismo, yo particularmente solté alguna lágrima, siendo la primera vez que lo hago en una película de Loach, aunque siempre se caracterice por tratar problemas que afectan a la sociedad con bastante realismo.
Destino Arrakis.com
18 de noviembre de 2023
18 de noviembre de 2023
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fiel a estilo y contenido, Loach vuelve a mostrarnos ese determinismo social a que se ve abocada gran parte de la clase trabajadora, en este caso conviviendo o no con esas gentes condenadas por las terribles guerras de sus países (en este caso Siria) a caer en la pobreza y la desubicación.
El análisis de Loach se repite en esas aparentes concesiones pueriles a lo emocional (que también hacía Chaplin en su cine también comunista), concesiones que no hay que menospreciar en absoluto porque son los restos de humanidad que quedan y que cada vez están más ausentes, son esos restos de bondad que conservan algunos miembros de una clase social derrotada y humillada. La combinación de este humanismo solidario con las terribles biografías de los personajes (impresionante el trabajo de Dave Turner) construyen la esencia de la filmografía de Loach. Una mirada de melancólico humanismo y una narración objetiva de vidas destrozadas por un sistema depredador.
El desencanto se muestra en el cine de Loach a partir de estos sentimientos que perviven en miembros individuales de una clase vencida, valores que fueron los de una clase obrera y que ahora sólo forman parte de la ética de algunos individuos en vías de extinción (magistral la metáfora reiterada del suicidio). Fundidos en negro excelentes.
No es la mirada de los hermanos Dardenne, poco aficionados al sentimentalismo, mirada brillante, impecable e implacable, es otra mirada, otra narrativa, otro estilo, pero al fin y al cabo la mirada compartida de la decencia cinematográfica, la mirada proletaria de aquellas gentes sobre las que se tacha la historia.
Forma parte también de la esencia de este gran cineasta conseguir que veamos las escenas como las podríamos estar viendo en cualquier rincón o casa de nuestros pueblos, esencia documental, la esencia de querer contar la verdad, en este sentido ese sentimentalismo no busca jamás la manipulación del espectador, sino llegar a la profunda nostalgia de lo que se pierde o ya está perdido, el ser humano.
Por último, y para mí el punto a destacar de la película y de la esencia de Loach, el reverso del humanisno, ese análisis magistral y sin concesiones del proletariado lumpen, xenófobo, posiblemente potencial votante de la ultraderecha. Excepcionalmente mostrado a partir de la amistad que se rompe cuando se rompen los valores que ponen en juego la dignidad humana. Maravillosa escena la visita del protagonista a la casa del amigo de la infancia. No, Charlie no.
A uno le gustan aquellas películas que hubiera querido dirigir. Ésta, sin duda y como tantas otras de Loach, es una de ellas, y por supuesto el final, o los dos finales, es un ejemplo de cómo rematar coherentemete una narración fílmica, política y ética.
Gracias de nuevo, maestro Loach.
El análisis de Loach se repite en esas aparentes concesiones pueriles a lo emocional (que también hacía Chaplin en su cine también comunista), concesiones que no hay que menospreciar en absoluto porque son los restos de humanidad que quedan y que cada vez están más ausentes, son esos restos de bondad que conservan algunos miembros de una clase social derrotada y humillada. La combinación de este humanismo solidario con las terribles biografías de los personajes (impresionante el trabajo de Dave Turner) construyen la esencia de la filmografía de Loach. Una mirada de melancólico humanismo y una narración objetiva de vidas destrozadas por un sistema depredador.
El desencanto se muestra en el cine de Loach a partir de estos sentimientos que perviven en miembros individuales de una clase vencida, valores que fueron los de una clase obrera y que ahora sólo forman parte de la ética de algunos individuos en vías de extinción (magistral la metáfora reiterada del suicidio). Fundidos en negro excelentes.
No es la mirada de los hermanos Dardenne, poco aficionados al sentimentalismo, mirada brillante, impecable e implacable, es otra mirada, otra narrativa, otro estilo, pero al fin y al cabo la mirada compartida de la decencia cinematográfica, la mirada proletaria de aquellas gentes sobre las que se tacha la historia.
Forma parte también de la esencia de este gran cineasta conseguir que veamos las escenas como las podríamos estar viendo en cualquier rincón o casa de nuestros pueblos, esencia documental, la esencia de querer contar la verdad, en este sentido ese sentimentalismo no busca jamás la manipulación del espectador, sino llegar a la profunda nostalgia de lo que se pierde o ya está perdido, el ser humano.
Por último, y para mí el punto a destacar de la película y de la esencia de Loach, el reverso del humanisno, ese análisis magistral y sin concesiones del proletariado lumpen, xenófobo, posiblemente potencial votante de la ultraderecha. Excepcionalmente mostrado a partir de la amistad que se rompe cuando se rompen los valores que ponen en juego la dignidad humana. Maravillosa escena la visita del protagonista a la casa del amigo de la infancia. No, Charlie no.
A uno le gustan aquellas películas que hubiera querido dirigir. Ésta, sin duda y como tantas otras de Loach, es una de ellas, y por supuesto el final, o los dos finales, es un ejemplo de cómo rematar coherentemete una narración fílmica, política y ética.
Gracias de nuevo, maestro Loach.
5 de noviembre de 2023
5 de noviembre de 2023
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo el viejo y maestro Ken Loach tras las cámaras, para relatar, según algunos, la misma película de siempre, según otros (entre los que me cuento) una cinta oportuna, no diré yo tanto como "necesaria", pero, tal y como lo dijo él en la rueda de prensa de la reciente Seminci 2023, pertinente, dado el cariz que están tomando las cosas ya en el mundo entero, donde la presencia del "diferente", aunque este tenga una mano delante y otras detrás está mal vista, se rechace.
Para mi gusto es una "bonita" utopía, pero quién sabe si podría ser real en muchos lugares (en algunos ya lo es), donde el respeto y la solidaridad vecinal sean monedas de curso corriente y diaria.
El auge de la extrema derecha global demuestra que existe un serio peligro, aunque en este film, según Paul Laverty, su guionista habitual, no aparezcan sus adláteres mostrados en pantalla, sino que son ,esta vez, algunos de los mismos vecinos (sobre todo los más maduros) quienes rechazan a los refugiados sirios, aunque más por sentirse frustrados por la pérdida del bienhestar antiguo del barrio, otrora rico por las minas y ahora, poco a poco devaluándose.
Muy entretenida y entusiastamente interpretada, la cinta se ve con atención e interés.
Es positiva por sus valores y eso ya sería suficiente como para darle una oportunidad, pero hay más.
¿Que en realidad no sorprende a estas alturas? Puede, pero eso no es óbice para ver un film que da unas pautas para que el mundo pueda ir mejor, ser más justo, menos egoísta.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Para mi gusto es una "bonita" utopía, pero quién sabe si podría ser real en muchos lugares (en algunos ya lo es), donde el respeto y la solidaridad vecinal sean monedas de curso corriente y diaria.
El auge de la extrema derecha global demuestra que existe un serio peligro, aunque en este film, según Paul Laverty, su guionista habitual, no aparezcan sus adláteres mostrados en pantalla, sino que son ,esta vez, algunos de los mismos vecinos (sobre todo los más maduros) quienes rechazan a los refugiados sirios, aunque más por sentirse frustrados por la pérdida del bienhestar antiguo del barrio, otrora rico por las minas y ahora, poco a poco devaluándose.
Muy entretenida y entusiastamente interpretada, la cinta se ve con atención e interés.
Es positiva por sus valores y eso ya sería suficiente como para darle una oportunidad, pero hay más.
¿Que en realidad no sorprende a estas alturas? Puede, pero eso no es óbice para ver un film que da unas pautas para que el mundo pueda ir mejor, ser más justo, menos egoísta.
https://filmsencajatonta.blogspot.com/
26 de noviembre de 2023
26 de noviembre de 2023
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Va, haters, aquí la historia es muy sencilla, no hay (casi) palo a las autoridades británicas y encima se te pasan las dos horas más rápidas en mucho tiempo (¡oxímoron!). Así que por qué no le dais una oportunidad al bueno de Ken Loach. Quizá sea la última.
Recapitulemos. Loach ya tiene aquella edad. El dinero esta vez es francés (ventajas de ser una institución en Cannes, donde tiene pase pernocta, y de que te agradezcan por tanto los servicios prestados) y puede que efectivamente sea, también él, la última película que le escribe Paul Laverty. Pena de mi corazón.
O servidor estaba la mar de sensible o ese nudo en el estómago, en la garganta y según bajas a la izquierda en el anteriormente citado órgano vital y catalizador, se ha apoderado vilmente y sin previo aviso: había cierta prevención.
Prevención que se torna infundada al comenzar, de manera original y a la par que inesperada, la historia de al fin y al cabo unos inmigrantes. Con el plus sirio, aunque todas las migraciones cuentan con su particular plus.
La carga política pasa más de puntillas, sí. La crítica va más por ti y por mí, por los nativos acogedores (...) de la migración. Esto ocurre en la Inglaterra del norte como pasa asimismo en las cercanas localidades…
No lo dicen pero la inglesa es una ciudad portuaria y su equipo de fútbol viste a rayas, en blanco y negro. Blanco y en botella.
Ya puesto ese toque levemente exquisito: el argumento de don Paul Laverty pareciera que tuviera tintes de película de Capra. Cómo: esa especie de new deal a la británica que siempre ha exhibido y exigido en sus películas Ken Loach y que de nuevo se nos manifiesta con El viejo roble en forma y manera reivindicativa. Los viejos rockeros también echan raíces.
Haters, sois libres. Pero a mí se me ha metido algo en el ojo al terminar y al empezar la película.
Recapitulemos. Loach ya tiene aquella edad. El dinero esta vez es francés (ventajas de ser una institución en Cannes, donde tiene pase pernocta, y de que te agradezcan por tanto los servicios prestados) y puede que efectivamente sea, también él, la última película que le escribe Paul Laverty. Pena de mi corazón.
O servidor estaba la mar de sensible o ese nudo en el estómago, en la garganta y según bajas a la izquierda en el anteriormente citado órgano vital y catalizador, se ha apoderado vilmente y sin previo aviso: había cierta prevención.
Prevención que se torna infundada al comenzar, de manera original y a la par que inesperada, la historia de al fin y al cabo unos inmigrantes. Con el plus sirio, aunque todas las migraciones cuentan con su particular plus.
La carga política pasa más de puntillas, sí. La crítica va más por ti y por mí, por los nativos acogedores (...) de la migración. Esto ocurre en la Inglaterra del norte como pasa asimismo en las cercanas localidades…
No lo dicen pero la inglesa es una ciudad portuaria y su equipo de fútbol viste a rayas, en blanco y negro. Blanco y en botella.
Ya puesto ese toque levemente exquisito: el argumento de don Paul Laverty pareciera que tuviera tintes de película de Capra. Cómo: esa especie de new deal a la británica que siempre ha exhibido y exigido en sus películas Ken Loach y que de nuevo se nos manifiesta con El viejo roble en forma y manera reivindicativa. Los viejos rockeros también echan raíces.
Haters, sois libres. Pero a mí se me ha metido algo en el ojo al terminar y al empezar la película.
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