Crítica: Petit rempart
por Aurore Engelen
- Eve Duchemin sigue a una agente inmobiliaria en la cincuentena que navega entre clases sociales después de haber dejado a su violenta pareja en una crónica inmersiva tan frontal como luminosa
Petit rempart, la nueva película de Eve Duchemin, se ha estrenado a nivel mundial en la sección Highlights del Visions du Réel. La cineasta se dio a conocer especialmente con su anterior documental, En bataille, portrait d’une directrice de prison, que se proyectó en numerosos festivales y fue galardonado con el premio Magritte al mejor documental en 2018. En 2022, estrenó su primer largometraje de ficción, Temps mort [+lee también:
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Petit rempart pinta otro retrato de una mujer, y lo hace con un enfoque inmersivo. Mariem tiene 53 años y, en otra vida no muy lejana, fue agente inmobiliaria especializada en propiedades de lujo. Vivía una vida acomodada en una preciosa casa en Namur, pero esa es otra vida, una vida de violencia con una pareja maltratadora a la que abandonó de la noche a la mañana. Mariem se encuentra ahora en la calle, como se suele decir, concretamente en un centro de acogida para mujeres solas, donde emprende un largo y tortuoso camino para encontrar una nueva vida que al menos parezca normal.
“Al parecer, hay que tener una carrera para ser una persona sin hogar”, bromea Mariem. La acompañamos durante los interminables trámites para recuperar un estatus digno, después de haber dejado atrás su hogar sin ninguna documentación personal, pero con una hipoteca a cuestas. De repente, se ve abrumada por la idea de no ser nadie, a lo que se suma la infantilización que sufre en el trato con las autoridades, el papeleo sin fin, los horarios y el control constante que rigen la vida en el albergue, así como la impresión de estar siempre a punto de marcharse. Su único vínculo con el mundo exterior (con otras personas, con unos hijos que desconocen su situación, con la administración y con el banco) es el móvil. Pero su vida está en un punto muerto, como si esperara a que alguien le respondiera.
A medida que avanza el relato, la presencia de la cineasta se vuelve cada vez más palpable. Se establece una auténtica relación entre ambas mujeres, y la irrupción de la voz de la directora en el encuadre —que sentimos muy cercana a la protagonista— nos permite compartir mejor su día a día. Este vínculo de confianza se refleja en los lazos de apoyo mutuo que nacen dentro de la comunidad de mujeres, donde prevalece la sororidad, aunque la angustia y la violencia siempre amenacen con resurgir. Mariem, en medio de su desgracia, conoce el precio de su libertad y observa el sufrimiento de mujeres en situaciones mucho más precarias, para quienes el refugio no es una etapa transitoria, sino un destino final. Se trata de un retrato compuesto por pequeños detalles (los objetos que Mariem ha conservado de su vida anterior, como una plancha o un cascanueces), sostenido por su voz cálida y constante, y enriquecido por la generosidad con la que ofrece una visión de su intimidad —convulsa pero pasajera— mientras emprende el camino hacia una nueva vida.
Petit rempart ha sido producida por Kwassa Films, con el apoyo de la Fédération Wallonie-Bruxelles, la RTBF, el Centre Audiovisuel de Bruxelles (CBA) y el Tax Shelter a través de Beside. La distribución en Bélgica corre a cargo de Screen Box.
(Traducción del francés)
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